lunes, 23 de enero de 2012

Monstruos de la noche (II)

Todo se puede cumplir, aunque no lo creas, tu puedes ser ese uno entre un millón.


-¿Pero como pudiste soportarlo? ¿Como puedes seguir viviendo en esa estúpida casa?
-No tengo miedo.-Repuse firme- Y es una casa increíble.
-Si, increíblemente horrible. ¡Te matará!
-No, no lo hará.
-Si, si lo hará y yo no pienso quedarme aquí para decirte "Te lo dije"
-No podrías aunque quisieras-Dijo secamente.-¿Estaré muerta, no?
-Se acabó es lo último que digo respecto a esto.-Dijo en un largo suspiro.- Yo solo me preocupo por ti, ya sabes... Jack el Destripador...
-Ho vamos, yo no soy una prostituta.
-Pero no me digas que tu historia de un monstruo mitológico bajo tu cama es más creíble que la mía.
-Si confías en mi, si.
-Eso no tiene sentido.-Dijo cruzándose de brazos.
-Bueno, nada de esto lo tiene. Ni lo del monstruo, ni lo del destripador.-Dijo entre risas.
-No se como puedes reírte. Bueno, sabes que puedes quedarte en mi casa cuando quieras.
-Gracias Charlotte.-Dije de corazón estrechándole la mano.-¿Y bien?
-¿Y bien... Qué?
-¿Irás al baile de esta noche con el Conde Arthur?

Charlotte se ruborizó bajo la mirada y se acercó hasta susurrarme en el oído:

-Podría decirse que no, ya que no me lo ha pedido formalmente, mi padre no sabe que iremos juntos... Pero tenemos la intención de ir.
-¿En secreto? Charlotte te estás volviendo toda una rebelde...-Contesté alzando un poco la voz haciendo que sus mejillas se sonrojasen más aun si era posible.
-¡Cállate! No se lo digas a nadie. ¿Prometido?
-Prometido. Pero esto es la época Victoriana amiga, y iremos al baile de primavera anual, tendremos a William Fox Talbot detrás "toda la noche".-Exageré con con los brazos eso último.
Ambas reímos y le dimos los últimos sorbos al té.

-¿Y tu Elisabeth?
La pregunta me pilló desprevenida.
-¿Yo que...?
-¿Con quién irás tú?- Me preguntó divertida.
-No... No tengo pareja.-
Charlotte levantó una ceja y jugueteó con su abanico.
-Está bien, puedo esperar a verle la cara esta noche...

Acabamos las pastitas y volvimos a la corte.

Mi vestido era muy hermoso. Los tules enmarcaban mi cintura y fruncían mi pecho como en pequeños lazos brillantes que se movían al mínimo movimiento, con lo cual esa noche resplandecerían bajo la gran araña del salón.

 Estaba lista y parecía que el monstruo también lo creía, su rugido erizó mi nuca y salí de casa sin mirar bajo la cama, la carroza me esperaba y mi príncipe también.

Aunque aún no sepa quién es.


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